APAGÓN DEL PENSAMIENTO
Por Alberto Asseff
*
Vastos apagones
empañaron la Nochebuena
de miles de hogares. Patentizan la sostenida desinversión en un área vital como
es la energética. No hay, no ya desarrollo, sino mero crecimiento que pueda
mantenerse sin la suficiente energía. Es el embudo del ‘modelo’ vigente. En
rigor, uno de los cuellos de botella que lo estrangulan. Otro – para
sintetizar, en lugar de una enumeración hastiante – es la deseducación, algo
peor que la falta de ella. Porque no sólo sufrimos los “ni-ni”, quienes ni
estudian ni trabajan, cerca de un millón de jóvenes, sino que los que sí
estudian lo hacen cada vez con menor calidad. Y los que estábamos educados, por
el nocivo efecto contagio, nos estamos deseducando, algo así como embruteciendo
o para decirlo más académicamente, incivilizando. El vandalismo urbano que
arrasa con todo lo común, sea patrimonial o simplemente espacio – un paseo, una
plaza, una calesita – muestra cómo lo rústico invade las ciudades. Con un
agravante: lo rural no es refinado, pero es fresco y espontáneo. Limpio de
espíritu. En contraste, esta incivilización viene encapuchada y con palos.
Endiablada por fuera y por dentro.
Empero, el apagón energético es lo de menos si lo comparamos
con el apagón del pensamiento. La
Argentina hace tiempo que sobrevive en medio de una alarmante
adolescencia de ideas, sobre todo que traigan alguna novedad, siquiera un
intento de innovar.
Veamos, relatado ligeramente y sin aspiración de agotar el
tema, el cuadro. El mundo, a pesar de su desaceleración económica, sigue
demandante de alimentos ¿Qué idea surge de nuestras autoridades para estimular
la producción, diversificarla, agregarle valor? Expropiar -¿confiscar? – el
predio de Palermo, de la
Sociedad Rural. Esa es la ‘política agropecuaria’ para
coronar el año. El subte de Buenos Aires se ha atrasado tecnológicamente y
sigue sin extender su red ¿Qué se propone como alternativa? Estatizarlo, como
si sobrecargar al Estado como gran inversor y superadministrador fuere una
garantía de éxito y no existiera larga y frustrante experiencia al respecto. El
tránsito vial interurbano – del urbano metropolitano mejor ni hablar – está
absolutamente colapsado ¿Qué idea hay para este problemón? Ninguna. La
corrupción sigue galopando por todo el entramado del Estado haciendo estragos
¿Idea de solución? Ninguna. La concentración demográfica en el área
metropolitana, que se replica en Rosario, Córdoba y en cada capital provincial,
es desquiciante ¿Propuesta de solución? Ninguna. El mar – la pampa marítima o
“mojada”- que nos pertenece ahí está,
aguardándonos ¿Qué hacemos? Nada, ni siquiera tenemos barcos patrulleros
¿Aviones? De ellos no se habla. La deseducación y desocialización
incivilizadoras avanzan raudamente ¿Qué hacemos? Nada. La política y los
partidos prácticamente se acotan a la falaz “militancia” sostenida por
jugosísimas y gruesas remuneraciones, de todos los organismos estatales,
incluido el que debería responder a los justos reclamos de los jubilados, la Anses ¿Qué se programa para
volver a tener partidos políticos que sirvan para la participación cívica y
para la formación ciudadana? Nada. Padecemos de un déficit de más de tres
millones de viviendas ¿Qué se planifica? Inaugurar 227 casas en alguna
periferia de una ciudad. Construcciones aisladas que le son funcionales a la
titular del Ejecutivo Nacional para propagandizar a su gobierno en “Fútbol para
todos”. Precisamente, se gastan ingentes sumas en publicidad y en sostener al
fútbol – otrora exitosa actividad privada, hoy decadente y estatizada -, pero
la violencia y el vandalismo aumentan ¿Se intenta algo? Nada, como no sea
verbalizar alguna rutinaria condena de la violencia. El país pierde peso
relativo en el concierto sudamericano y mundial, con creciente desprestigio, es
decir un factor contribuyente para esa fragilidad ¿Qué idea hay al respecto?
Ninguna, salvo alguna aislada referencia de un opositor que – “rara avis” – sea
capaz de sustraerse a la agenda penosa de todos los días y aludir a la cuestión
de nuestras relaciones exteriores. La inflación carcome nuestra economía,
conculcando el crecimiento y ensombreciendo el futuro ¿Medidas? Absolutamente
ninguna, ni se habla de ella en las esferas oficiales y, digámoslo, en el área
opositora tampoco brillan las propuestas. ¿Inseguridad? ¿Algún plan? Nada. ¿Más
pluralidad mediática? Nada serio, salvo destruir a Clarín y montar el relato
oficial como único. El país carece de ilusiones o, para decirlo con un añejo
pero explícito vocablo, de mística ¿Alguna sugerencia? Ninguna y ello es gravísimo
porque se sabe que un pueblo sin esperanzas está trabado en su alma.
Sancionamos leyes, pero todos intuimos que “hecha la ley, hecha la trampa” o
que esas normas quedarán enmarañadas por la burocracia o por la tendencia
proverbial a incumplirlas ¿Algún pensamiento al respecto? Más allá de cierta
retórica opositora para propugnar ‘calidad institucional’, ninguno. Somos
conscientes que existe la vil e infame trata de personas, la esclavitud
contemporánea, y otras expresiones del crimen organizado, como el narcotráfico,
la piratería del asfalto, el robo de automotores, etcétera ¿Hacemos algo más
que escandalizarnos? Sí, sancionar de apuro una nueva ley antitrata que todos
los que la votamos el 19 de diciembre pasado dijimos que en seis meses habría
que perfeccionarla porque su texto es insuficiente y hasta deficiente
¡Inconcebible! Dictar una norma a sabiendas de que es mala! Así son y están las
cosas en nuestro país.
¿Algún pensamiento para articular lo privado y lo público de
modo que aquél no se asfixie y éste no se desborde? O, dicho de otra manera,
para que el primero no se desmadre y el segundo no se disfuncionalice. En otras
palabras, ¿alguna idea para lograr el equilibrio e implantar el sentido común?
¿Sentido común? ¿Qué es eso, si es el menos común de los
sentidos, sobre todo en estos lares patrios?
¿Qué orientación tiene la enseñanza universitaria de la
economía? Nadie lo ha preguntado formalmente, pero en las universidades
públicas hay miles de estudiantes de ciencias económicas ¿Para qué economía los
están formando? ¿Acaso para un país estatizado, ese modelo que fracasó en todo
el orbe?
A la
Universidad debe ingresar, antes que nadie, el nuevo
pensamiento. Con prioridad a los alumnos, el ingresante número uno – rindiendo
un exigentísimo examen de aceptación – debe ser el pensamiento renovado, las
ideas nuevas. Por allí hay que empezar a cambiar la Argentina.
Nuestro país requiere hondísimas reformas, pero la primera
de todas está en su cabeza. Hay que conmover a las neuronas colectivas de la Argentina para que
elaboren ideas entusiasmantes que, inexorablemente, deben ser nuevas.
1930, 1945, 1955, 1976 ya fueron. Ahora, nos aguardan 2013 y
medio siglo por delante. Sí, 50 años. ¿O es que somos incapaces de pensar una
estrategia para el próximo medio siglo argentino?
*Diputado nacional-Partido UNIR, provincia de Buenos Aires
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