REFLEXIONES
SOBRE LA CAPACIDAD
NEGATIVA
“La última palabra es autoridad;
la única palabra es autoritarismo”
Por
Alberto Asseff *
Se sabe. Somos un pletórico país, pleno de
gente apta y de recursos naturales. Sin embargo hace añares que estamos y
andamos insatisfechos. Quienes increíblemente están en la indigencia y quienes
están en la pobreza – un 35 por ciento de la población – tienen sobrados
motivos para el disconformismo. Pero el disgusto abarca a todas las franjas y
estamentos. Nadie dice que el futuro es nuestro, aunque el presente sea
problemático. Prima la inseguridad y no sólo la originada en el flagelo
delictivo.
Imperan la desesperanza y la
desconfianza. La política es artífice de la historia, pero sus dirigentes
no están a su altura. Por eso escriben una historia gris, por no decir negra.
Un país serio y en serio necesita una clase
dirigente. No significa uniformidad ni monotonía, pues esa dirigencia puede y
debe tener disensos, diferencias, modalidades diversas. Pero la eslabona un
hilo conductor, esto es el bien general que todos anhelan y al que nadie
renuncia. Junto con la permanente búsqueda del consenso.
En ese
contexto, es sencillo acordar – hasta silenciosamente – algunas políticas o
estrategias compartidas, también llamadas de Estado. Sea propender a los
valores y vida sana o cuál es la ubicación argentina en el mundo, pasando por
un plan de seguridad, existen siete o quizás diez políticas que pueden y deben
ser constantes, exentas de los sublevantes vaivenes propios de cada turno
gubernamental.
Si la Constitución establece desde hace 160 años la
libertad de comercio e industria – además de muchos otros derechos y garantías
– es inadmisible que los productores de trigo, por caso, dependan del ucase de
un funcionario. Se habla de progreso, pero el sistema de otorgar, uno por uno,
30 mil permisos mensuales de importación y centenas de exportación es arcaico y
patente de atraso.
La gente había vuelto a confiar en el sistema
bancario, más allá de que el mercado financiero sigue famélico y muy caro. En
vez de robustecer la bancarización, se autogeneró una crisis de confianza
fenomenal. No puede existir más chapucería.
Siempre se ha tendido a esconder la basura
debajo de la alfombra. O se ha intentado ese procedimiento falaz. Empero, negar
su existencia es una osadía inédita. Esto último acaece con ese cáncer que se llama inflación. Se la ‘combate’
negándola, ignorándola, no adoptando medida alguna, ni ortodoxa ni heterodoxa.
Eso sí, se continúa imprimiendo billetes y desalentando a la inversión, es
decir una combinación explosiva para cualquier economía.
Ese lastimoso cuadro, tan recurrente, de
gobiernos provinciales exhaustos, peregrinando a Buenos Aires buscando el
cheque salvador que permita pagar los sueldos de la frondosa burocracia – por
cada puesto de trabajo nuevo creado por una Pyme hay 4 generados desde el
sector público -, es patético, retrógrado. No hay voluntad para trocar esta
situación por un régimen automático y liberador de transferencias de fondos tributarios.
Es que la única disciplina que consiguen no surge de la autoridad – moral y
política – sino del autoritarismo, a través de la billetera ¿Quiérese más
apabullante fracaso que este? No logran poseer ascendiente por las
convicciones, por la ejemplaridad, por la virtud de la estrategia, sino por la
ruda y cruda imposición, cuasi extorsiva: o te sometes o te relego a la
astringencia de recursos.
Mientras, la Argentina entera sigue
azorada. Su agro se desenvuelve por su empuje, pero siempre pugnando porque por
prejuicios se le niegan estímulos relevantes y se le colocan trabas
importantes. La industria padece de creciente falta de competitividad y de
inversiones. El mundo universitario asiste, impávido, a su paulatina
degradación que todos los días suscita más añoranza por aquellos idos tiempos
de esplendor. La delincuencia ha reformado
de facto el Código Penal e
impuesto la pena de muerte sin sumario. Sancionamos leyes de enseñanza
obligatoria, pero un millón de jóvenes ni estudian ni trabajan. Deambulan, con
vocación esquinera, cual zombis. La drogadicción escala posiciones carcomiendo
a la sociedad. No logramos bajar los índices de accidentes de tránsito que, en
numerosos casos, son más actos homicidas que accidentales. El Norte prosigue
allá, al aguardo de las obras transformadoras. Una, el Bermejo, por ejemplo, que originó bibliotecas de estudio y legiones
de burócratas, pero ni un metro cúbico de tierra removida. No se puede
rehabilitar un ferrocarril digno. Nuestra Pampa Mojada o sumergida o marítima,
una de las más extensas del planeta, no tiene una Flota de Mar para custodiarla
ni la cantidad de oceanógrafos necesarios para estudiarla ni las empresas
petrolíferas, mineras o pesqueras para explotarla. La Antártida sigue casi
vegetando, sin planes de expansión de nuestra presencia y ahora sin siquiera
una rompehielos. Nos disgustamos con Paraguay, es decir con alguien de
entrecasa, no fogoneamos de verdad la integración sudamericana, cuando vamos al
África ‘cerramos’ un negocio para exportar maquinarias que produciría una
empresa que quiebra a los quince días. No somos capaces de arreglar un trabajo
completo conjunto con el otro vecino de la casa, el Uruguay, aunque cierto es
que ellos son tan difíciles, tanto como nos enrostran esa característica.
Además, como si fuera poco todo lo boceteado,
ahora quieren reformar la
Constitución para, confesamente, desarticular “los derechos y
garantías demoliberales” (sic). O mienten o aspiran a hacer una Argentina
contraria a nuestras esencias y valores. Todo lo que falta hacer y todo lo que
hay que enmendar en el país se puede y debe obtener mediante una fórmula
sencillísima: cumplir con la Constitución. Cambiar a la ley fundamental será
otro paso hacia la decadencia, no sólo institucional.
Los que mandan tienen una exuberante
capacidad para hacer las cosas mal. Una capacidad negativa asombrosa. Desde el
llano se les pide que reviertan esa aptitud y que por lo menos un cuarto de la
pericia la apliquen a laborar con el sentido común en un hemisferio y con equilibrio
en el otro. Si, adicionalmente, pudieren poner una dosis de patriotismo, quizás
el horizonte estaría clareando en nuestro país.
*Diputado
nacional por la Prov.
de Buenos Aires
Compromiso Federal Unir
www.pnc-unir.org.ar
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