miércoles, 18 de diciembre de 2013

Dip. Alberto Asseff / Opinión


EL DILEMA DE NICOLÁS SARKOZY
Por Alberto Asseff*
 El título de esta nota pudo ser ‘hurtan arriba, roban abajo’, pero opté por el de Sarkozy. Los dos están íntimamente vinculados. Porque hurtan y roban, el país se está disolviendo socialmente, preludio del colapso estatal y por tanto del orden jurídico, consustancial para la convivencia.
Hurtan los de arriba porque no emplean violencia- requisito del robo -, sino maquinaciones de escritorio. Desde arreglar una licitación hasta un cohecho, hay cien modalidades de defraudación al patrimonio común. Estos hechos son cada vez menos ocultables y por ende crecientemente corrosivos para el tejido social. Son golpes de mal ejemplo que resquebrajan el ordenamiento y confianza social.
Si hurtan arriba, robamos abajo, dicen cada día más gente del llano. Los saqueos lacerantes, inauditamente agraviantes de la sensibilidad argentina, tienen esa matriz. Aunque esta gravísima situación tiene una madre bicéfala: el mal ejemplo dirigencial y la inmensa red de impunidad. Nadie paga, menos si el crimen es grande. Los premios son rara avis, los castigos ni siquiera cada muerte de obispo.
Nicolás Sarkozy pareciera que no fue un gobernante de los llamados ‘exitosos’, pero estuvo al frente de un país de peso como lo es Francia. Vino a Buenos Aires días pasados a dar una conferencia. Es seguro que se asesoró con la Inteligencia gala y vino con ciertos datos. Por eso su afirmación, inopinada para un visitante, que suelen esconder las verdades bajo el manto de la cortesía. En síntesis, advirtió “La Argentina en 30 años puede ser una gran potencia o desaparecer”.
No expresó “puede seguir a los tumbos”, sino o es o no será. Asertivamente.
Marca esta aseveración que estamos en una encrucijada. Nos hallamos en el cruce de caminos. Tenemos altas probabilidades de volver a errar y ojalá pueda decir iguales de acertar.
¿De qué depende?
Si continúan defraudando, ejerciendo violencia institucional – desplazar al fiscal que investiga cuestiones delicadísimas que rozan o involucran al poder es eso, violencia contra las instituciones -, improvisando, creciendo con viento de cola, pero no invirtiendo en infraestructura y energía – esenciales para que haya desarrollo-, ayudando a los necesitados, pero destruyendo la cultura del trabajo, aumentando el sueldo de los docentes, pero sin empeñarse en nada que apunte a mejorar la calidad de la enseñanza, asistiendo atónicos a la oleada de delito común y de violencia social ascendente y en lugar de reducirla, asociarse, tal como acontece con las barrabravas, funcionales a los aparatos políticos, si se persiste en agitar el odio, el fanatismo y los fantasmas del pasado, hablando 23 horas y media del pasado y apenas dos minutos del futuro y tantas otras lacras, el país desaparece como entidad singular en este mundo.
Si, en contraste, adviene un gobierno que transite por la ancha avenida del equilibrio, que piense y ejecute a mediano y largo plazo, que apueste a la educación, a la cultura del trabajo, al fin de la impunidad, a los premios y castigos, a la productividad y la competencia, que sea cultor de la ley y previsibilidad convocantes de las inversiones, que administre lo común con toda la honradez de que sea capaz y sobre todo en virtud de eficientes controles y que ponga todas las energías en las reformas que aseguren el futuro común, dejando de revolver el pasado, el país puede emerger como potencia nueva, aunque en rigor reverdeciendo añejos laureles y expectativas, esas que tuvimos en 1910.
Sostienen algunos que hemos caído bajísimo porque la riqueza natural nos aflojó y desfiguró. Puede ser, pero es ese potencial el que ahora nos reta para hacer las cosas que debemos.
No podemos oscilar entre ‘gatillo fácil’ y zona liberada. Es insólito: o la policía actúa sin profesionalidad alguna y fuera de la ley o directamente se retira del escenario y deja campo orégano al delito, sean saqueos o robos y asesinatos por doquier.
Esta situación es absolutamente anormal, propia del derrumbe estruendoso de los valores. La inflación también es consecuencia de esa caída. La primera faena colectiva es reconstituir la Argentina de los valores y esa labor empieza por la cabeza. Se requieren algunos gestos ejemplares como pescar a algunos de los tiburones de tierra que asolan al país.
Llegamos tan abajo que creo que estamos en el punto de inflexión.
              *Diputado Nacional por UNIR-FRENTE RENOVADOR

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