¿PODREMOS
DEJAR DE IMPROVISAR?
Por Alberto
Asseff *
La Argentina es una inenarrable paradoja.
Dotada como pocas naciones, vive en la zozobra, inveteradamente angustiada, con apenas algunos
intervalos de precarias confianza y pujanza ¿Por qué es así?
Son innúmeros los factores. No es
posible en limitados renglones sintetizar una cuestión tan frondosa, llena de
aristas. Sin embargo, sí podemos detenernos en una nota, la improvisación.
Improvisamos porque somos amigos de
la coyuntura y estamos peleados – parece que irreconciliablemente – con la
previsión a mediano-largo plazo. Todo es respuesta frágil al problema que se
presenta hoy. Es inmediatez en estado rústico. Como no tenemos planes,
adoptamos una decisión circunstancial para salir del paso. Es exactamente, por
caso, lo que se ha hecho recurrentemente con el ferrocarril Sarmiento, el tren
suburbano de Buenos Aires que, quizás, más utilizan los sectores menos
acomodados.
Como es un ejemplo de nuestro modo de
mal gestionar, vale puntualizar el asunto. Todos sabemos que un tren que
atraviesa áreas densamente pobladas, desde el barrio de Caballito hasta Moreno
– distrito éste que era “la capital gaucha del Gran Buenos Aires” por su
combinación de urbano-rural y ha devenido en uno de los de mayor crecimiento
demográfico de estas dos últimas décadas – debe ser soterrado si es que se
aspira en serio a aumentar las frecuencias del servicio y su velocidad. Esa
obra conlleva la modernización tecnológica que incluye el frenado automático,
ese sistema que los trenes europeos y del mundo entero poseen desde hace
treinta años.
La obra de soterramiento fue
anunciada en este decenio cinco veces. Siempre con bombos y platillos y nunca
pasó del cartel que colocaron en alguno de los puentes del tramo inicial. Como
sucedáneo de la inacción, se hicieron trabajos de maquillaje como poner una
pantalla en el andén de la estación del Once.
Subsidios multimillonarios, del orden
de los 100 mil millones de pesos – con el valor adquisitivo del doble del
actual -, pero sin el más mínimo control ni la más superficial auditoría. Nunca
se logró incursionar en los periódicos exámenes psicofísicos de los maquinistas
- ¿por qué decir ‘motorman’? ¿Acaso tenemos una lengua tan pobre?
¿Qué
impide esa previsión? Un ‘código’ inadmisible impuesto por los sindicatos que
amparan la desidia, la falta de profesionalismo, la ineptitud. Falso
compañerismo, que le dicen. Hasta se ha llegado al extremo de paros del
servicio en protesta por la colocación de cámaras en las cabinas de conducción
del tren.
Frente a tantos y trágicos hechos,
¿qué se hace? Estatizar el ferrocarril como si ello fuera sinónimo de virtuosa
gestión, de transparencia y de eficiencia ¿Esa estatización responde a algún
plan? ¡Para nada! El propio ministro de Transporte informó que adoptó la
resolución en soledad, sin consultar a nadie y de un día para el otro.
Un país tan grande como el nuestro,
con millones de personas integrándolo - ¿integrándolo o simplemente
amontonándose…? -, no puede ser gobernado con tamaña improvisación y de modo
tan elemental. Hasta en las tribus indias el gran cacique adoptaba una orden
previa consulta con los ancianos y el augur.
Tenemos otro ejemplo deplorable. Se
trata de los puertos. Todos los países de nuestra Región están abocados a
planificar la ampliación de su infraestructura portuaria para recibir
portacontenedores cada vez más grandes y para reducir el tiempo de espera.
Todos prevén desplegar su comercio exterior – porque acrecentarán su producción
– y por ello adecuan sus puertos. El riesgo de no hacerlo es quedar al margen
de las grandes rutas marítimas comerciales.
¿Qué planificamos nosotros? Sin
coordinación alguna entre la provincia de Buenos Aires, la Ciudad homónima y la
Nación, se intentan parches. La provincia desarrolla un puerto en La Plata, la
Nación sigue con la idea de una magna instalación en San Clemente del Tuyú y la
Ciudad continúa reclamando vanamente tener arte y parte.
¿En qué quedó aquella idea de
construir y administrar juntos con Uruguay un gran puerto de aguas profundas en
La Coronilla, pensado para toda la Cuenca del Plata, la Argentina continental y Bolivia?
Naturalmente que ese proyecto
estratégico se complementa con la hidrovía del Paraná y del Paraguay. Uno va a
Barranqueras – allí en los suburbios de Resistencia – y la ve tan sosegada
contemplando como corren las aguas, inactiva, y comprueba la mortificante
distancia entre el relato anunciado y la realidad tangible y visible.
Como dejamos truncas estas ideas- con
improvisación mezclada con indolencia -, Brasil, por ejemplo, está desplazando
sus exportaciones desde Mato Grosso hacia los puertos propios norteños, a
través de la Amazonia. La Cuenca del Plata pierde así a una de sus áreas de
mayor desarrollo prospectivo como lo es el mencionado Mato Grosso.
¿En qué oficinas del elefantiásico
Estado Nacional – incluyo de los mastodónicos Estados Provinciales y
municipales (el más pequeñito de los municipios bonaerenses tiene un plantel de
empleados que no baja de 300)- existen funcionarios que están planificando el
mediano y largo plazo? ¿Cuántos gobernantes, sean políticos transitoriamente
ocupando cargos o funcionarios de la grilla estatal, piensan el futuro?
Improvisamos cuando deliberadamente
desarticulamos a los ferrocarriles – el proceso comenzó en los años sesenta –
para medio siglo después ni siquiera disponer de las autopistas troncales
básicas ¿Cómo admitir que no tengamos la autovía hasta Clorinda-Asunción? ¿Y la
que nos debe llevar hasta el Pacífico? ¿Y la que nos conecte con Santa Cruz de
la Sierra? ¿Alguien las piensa, por lo menos? Si estuviera en la mente de
nuestros dirigentes tendría que haber sido expresada en oportunidad de la
campaña electoral. No obstante, no hubo ni un renglón escrito al respecto. Ni
una frase expresada.
Por lo menos ahora se publicita que
necesitamos 10 mil ingenieros anuales. Algo es algo y suscita una lucecita de
esperanza de que la Argentina inhume a la improvisación y apueste decididamente
a la planificación a mediano y largo plazo. Son insufribles, penosos y
sumamente gravosos los zigzagueos y la ausencia de planes.
En materia de seguridad se habla
mucho de cámaras para monitorear las calles, pero ni se menciona que
necesitamos que la policía tenga departamentos de Asuntos Internos que custodien
la honestidad y profesionalidad de la institución ¿De qué sirven las cámaras si
dentro de la policía se propaga la infección delictiva?
Si la Justicia sigue aferrada al
infinito papeleo – oficio va, oficio viene, copia que se agrega y sello que se
pone, pero la injusticia sigue ahí, impertérrita e impune -, ¿qué seguridad
prevemos gozar en el futuro? Hace ya largo tiempo que comisiones de juristas,
auxiliados por otras disciplinas, deberían haber expedido dictámenes y
proyectos de modernización de los Códigos de fondo y de forma – es decir de procedimientos.
Es cierto, allí está esperando el proyecto de nuevo Código Civil, pero algunas
disposiciones envenenan su texto, como el alquiler de vientres que transforma a
la procreación en objeto de un negocio y a la mujer-madre en una mercancía más.
Vale decir que más que actualizar los preceptos se interna en los meandros de
la ideología presuntamente vanguardista.
Si las cárceles no son
definitivamente ámbitos para resocializar a sus internos, estoy convencido que
la meta de la seguridad será como el horizonte: nunca se alcanza a llegar a él
¿Ingenuidad? En modo alguno. Las cárceles deben ser para trabajar, estudiar,
hacer deporte, humanizarse. Si buscamos ese objetivo lo lograremos.
Contrastantemente, si persistimos en que sea la alta casa del delito – su
universidad -, la inseguridad proseguirá con su perverso señorío,
trastrocándolo todo, al punto que los criminales se adueñan de la calle y
nosotros debemos resguardarnos enrejados.
La improvisación educativa es el
colmo. No hay planes para mejorar la calidad de nuestra educación. En este
contexto no es que hipotecamos el futuro. Estamos enajenando el mismísimo
presente.
Cualquier programa de gobierno que
aspire a una Argentina recuperada debe comenzar con una expresión de propósitos,
tan sincera como enfática, de simplemente cuatro palabras: terminar con la
improvisación.
*Diputado nacional por UNIR y presidente del bloque de Compromiso
Federal
www.pnc-unir.org.ar
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